31 de mayo de 2013

AL MENOS




Ane, Ana Elena en original, es descendiente de españoles que nunca hicieron fortuna. Menor de cuatro hermanos, a poco de nacer sus padres se divorciaron –dicen que vieron al viejo cortando entradas en un cine de Badalona-. La madre calla. 
Es la única profesional de la familia; sus cuñados la tildan de exótica, cuando no de agria, desatenta.
Estudió psiquiatría e instaló su consultorio en una calle y un edificio poco agraciados, donde un gato indolente, reliquias andinas y esa salamandra de anticuario completan el cuadro.
Tiene tres hijos. Javi, el mayor, el consentido, ya anda coqueteando con la droga. Y dos chicas, adolecentes que sueñan con ser idéntica/opuesta a la madre según la ocasión. En cuanto al marido es un comerciante un tanto engolado, pretencioso.
Al menos así podía describirse al conjunto un año atrás.

Hace justo un año, Ane decidió tomarse un tiempo, lejos. Un recreo, dijo. Sin justificar, desarticuló cualquier emplazamiento. Avisa a la parentela, nos avisa a los amigos, avisa a sus pacientes. No voy a escribir, subrayó antes de irse.
Y acaba de regresar.
Está de más decir que transformada. Subió de peso y se ha cortado y oscurecido el cabello, fuera las faldas solemnes; trae consigo algo intangible que da y que retiene, que insinúa. Ríe de otro modo.
También Ane encontró cambios. El chico vive fuera de casa y cerró las esclusas; las hijas la recibieron como si jamás se hubiera ido pero es una puesta en escena. Y el marido tras revelar al resto de la familia que no es el padre biológico de Javi y que siempre lo supo, reformó el dormitorio conyugal.
Los pacientes, en su gran mayoría, por supuesto desertaron.

Su mamá la ha acogido.
Cuando Ane rehúsa dar  explicaciones, no hay reparos. Y en cuanto Ane necesita, hablan, mucho, sin apremios; desanudando lo omitido, lo pendiente. Ane pide perdón y la madre le pide perdón. Ni una lágrima, es de destacar. 
Vivirán juntas. Al menos por ahora.



foto: Genoveva Ayala

4 comentarios:

  1. Querida Marta: lloré, la histoiria me hizo llorar, esa madre que la acoge después de tanto silencio...
    Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Soy yo la que agradece.
    Cuando quiso retomar Ane se encontró que no la estaban esperando. Quizás mejor para ella, si bien aún no lo sabe.
    Y allí estaba la madre que calló entonces pero no ahora: esa mujer sabe -parece- cuándo callar y cuándo decir. Ane puede ahora aprender algo más de ella.

    ResponderEliminar
  3. Descubrir tus relatos es abrir parte de la sociedad actual. Sus pors y sus contra; sus secretos ―aunque sean a voces.

    Un claro ejemplo de tragedia conyugal que se sobre lleva porque toca. Sin escarbar en las entrañas y clarificar el porqué de la misma.

    Muy bueno, amiga Marta. Un abrazo, Anna

    ResponderEliminar
  4. Querida Anna: gracias por tus palabras.
    Esta mujer quiso ir. No sé si quería volver, pero volvió. Quería divorciarse, incluso de su marido, pero volvió. Y sí, con secretos a voces, con entrañas atenazadas, con preguntas que nunca.
    Veremos cómo le va. Encontró a la madre, que parece que tenía algo que decir después de todo.
    Un abrazo, Marta

    ResponderEliminar