28 de mayo de 2017

VUELOS





Aunque ya no soy su paciente quise confiarle esto. Usted comprenderá  por qué.
“El vuelo se canceló hasta el día siguiente. La aerolínea nos trasladó a un hotel del aeropuerto. La habitación era amable, minibar surtido. Y a la hora del té repartieron a los pasajeros en mesas redondas y estridentes.
El querubín de melena calandria en vuelo, frente mí. A miradas, solamente a miradas, fuimos tildando a los que nos rodeaban con sus anécdotas de viajes imposibles. Y nomás con la mirada la invité al bar con un piano casablanca enmarcando la noche.
Bianca, dijo su nombre. Fabián, dije el mío. Soy ilustradora, aclaró. Yo iletrado, aclaré. Y sin que mediara preludio y sin perderla de vista porque su lindeza no lo permitía, le hablé de mis padres a tanto puerto partido; le conté que nunca quise, que amar era de otros, que dolía la ausencia de lo que jamás hube alcanzado. Y me escuchó, boca cerrada labios pirulí de fresa, sin resto de prisa. Reímos, claro que reímos.
Hicimos el amor. ¿Qué digo? No fue sólo apiñarse o acoplar. No. Fue obstinarme en sus pies, ovillarme en sus piernas, desandar en su comba, derrapar en la nuca, bucearla en su abrazo. Fue de a dos convertir nuestra carnadura en persona, sujetos construyentes de ese alba que nos cayó encima.
En cierto momento que el sueño me embaucara, partió. Dejó una nota con un vago hasta luego.
La busqué en la sala de embarque, tras el despegue asiento por asiento rastrillé. Nadie supo de ella.
Milagros hay. Milagros para teófobos. Ayer me encontró en las Redes. Te busqué en todas las Biancas, le escribí. No figuro con ese nombre menos con mi cara, me escribió. Yo ni siquiera figuraba hasta hoy, le escribí. Y en una morosa tertulia de mensajes supe que perdió el vuelo por alejarse en búsqueda de aquella historieta que me había descripto mientras yo no hacía más que besarla y besarla hasta la locura.”






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