Morris en mi consultorio. Fui terapeuta de pareja de
sus padres, y ahora busca mi apoyo.Cuenta Morris:
“Me adoptaron cuando tenía tres años. El tiempo
anterior no puedo describirlo. Dónde estaba, cómo llegué ahí. Sueño con un
lugar triste, un tanto sórdido, con gente ídem: no sé si esos sueños
contienen retazos genuinos de la memoria. En ese lugar nazco de nuevo cuando
Ely y David vinieron a rescatarme.
Que ellos me adoptasen no fue fácil. Habían recorrido
tanto pasillo, tanta burocracia. Lucharon contra la obstrucción de gente a la
que no le importaba por qué querían adoptarme, y, mucho menos, les importaba que para mí
fuera fundamental que lo hiciesen.
Supe, por supuesto, desde un primer momento que era
adoptado. Supe que tendría la opción de ser y de querer como se me antojase.
También supe que en el colegio sería difícil, y después entre los amigos; que
me mirarían con indulgencia: en la yerra te marcaron como al resto de la
manada, salvo que uno es manifiestamente distinto.
En tres semanas habrá gran presentación de mi novia, la
madre y la abuela de mi novia, -el padre no es ubicable-, y mis padres.
Hablaremos de la boda para la que mi novia y yo venimos ahorrando, del
departamentito que alquilamos y en el que viviremos antes y después de
casarnos.
Y vine a verte porque me gustaría contar contigo en esa
reunión.
No como analista, sino como una posible calmadora de
aguas por si los ríos desbordasen.
Es que a mi futura suegra y a la madre de mi futura
suegra, aunque lo saben, no les resulta fácil que mis padres sean dos
hombres.”
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25 de octubre de 2017
TRES AÑOS
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